martes, 24 de abril de 2012

Soledad

Las calles quedaron desiertas; en las casas, las ventanas lucían oscuras, las puertas cerradas; los jardínes solitarios se arrullaban en el chirriar de grillos. En las camas, los viejos soñaban que dormían y los niños dormían para soñar. El cielo se había cerrado y no había estrellas; un viento perezoso mecía las hojas negras de los árboles de las aceras en la noche de abril. Ningún gato cruzó la oscuridad. Alguien, despierto, ensamblaba, palabra a palabra, un poema sobre gente lejana, sobre vecinos distantes... Se estaba bien en casa.

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