sábado, 31 de julio de 2010

Secretos

El libro de Ka Eel Amur contenía las reglas para los pueblos y varias enseñanzas de cómo hacer las cosas. Para Eel kaabab el libro había sido modificado por algunos habitantes del planeta. Según él, lo alteraron y lo mantuvieron alejado de las multitudes. Ahora esta raza vivía de acuerdo a lo que el "Libro de los Dioses" decía. Era una forma muy diferente a lo que habían imaginado. De nada había servido su trabajo.

miércoles, 28 de julio de 2010

Memorias

Mientras miraba las pirámides desde la inmensidad del espacio, venían a sus memoria los recuerdos implantados de cómo sus ancestros ayudaron a construirlas. Se encontraba en el puesto del visor contemplando en silencio esas formas que sobresalían de entre las arenas amarillas. Anonadado se preguntaba cómo ese planeta con tanta agua podía albergar desiertos tan asombrosos. No sabía si aterrizarían ni siquiera si sobrevolarían a baja a altura. Otros recuerdos, de pronto más poderosos y de otros épocas, se entremezclaban en su cerebro: se veía posando el pie en la tierra caliente, en una ciudad diferente, con calles, con árboles siseantes al viento del mediodía. Era, en sus recuerdos falsos, un niño de doce años que pasaba el verano en la calle de su casa distrayéndose con insectos y canales de agua de un pequeño jardín. Deseaba estar de nuevo en él y mirar las flores blancas y rosadas y observar a las abejas zumbando y a las hormigas en su afanosa fila...

jueves, 15 de julio de 2010

Soledad

Una hoja se desprendió de una rama en algún lugar de la calle; como canoa en un océano transparente se bamboleó lentamente hasta llegar al suelo. Por la ventana abierta de una casa ahogada en un jardín silvestre, la anciana, asomada, miraba a ninguna parte apoyando el mentón en su mano. Parecía tallada en madera milenaria, ajada, reseca. Muy alto, en el casco infinito, cruzó un Pukaa, como si hubiera sido una estrella fugaz. La hoja en la acera, tiritando, la anciana en la ventana, inmovil, el cielo muy alto, azul.

martes, 13 de julio de 2010

Luciérnaga

El verde fluroecente era una diminuta línea casi impercetible desde la Tierra en el telescopio. Quien miraba, se retiró lentamente pensando en el verde atenuado por la distancia. Allá, en la pequeña Pukaa, El Aal, verificaba la navegación sin prisa, pero en su interior la emoción se movía como la luz de una vela cuando el viento la besa. Ya llegaría, era un planeta hermoso, blanco y azul.

sábado, 3 de julio de 2010

Recuerdos de la infancia

En el Muestrario, miraba atento, concentrado. Se maravillaba de la larga fila de hormigas inmóviles, de las abejas, suspendidas en el aire cerca de las flores; se maravillaba del trozo de muro de adobe. Recordaba vívidamente todo eso, que no había vuelto a ver. A su memoria venían los recuerdos de cuando niño jugaba con las hormigas, asombrado por el color rojo, del orden y disciplina; recordaba el miedo al aguijón de las abejas que tanto le gustaba observar por sus colores amarillo y negro. El muro de adobe era igual al que trepaba. Se hallaba disfrutando el momento cuando las imágenes se entremezclaron en su cerebro. De pronto el muro de adobe, las hormigas, las abejas, se entretejían, en una confusión desconcertante, con aguas y montañas, con horizontes azules y violetas, domos que cubrían un cielo transparente y plantas aterciopeladas guindas, negras...
A sus noventa años era el momento en el que los implantes de recuerdos de la infancia comenzarían a fallar. Él, como muchos, no había estado nunca en la Tierra, pero esas imágenes compradas le habían hecho placentera la vida en su planeta.