lunes, 27 de diciembre de 2010

El árbol de Navidad

Muy alto, en la oscuridad redonda del espacio, una gran cantidad de pukaas se había reunido. Bamboleándose ligeramente como hojarasca de otoño, observaban ese planeta que les atraía por sus tonalidades. Especialmente esa noche, pues había luces de colores, tantas que se veían desde el cielo nocturno.
La Tierra era un gran árbol de Navidad redondo, de colores especiales.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Navidad

Son los días de diciembre, fríos y de reuniones familiares, de compras y regalos. El cielo está limpio, ni una luz titila. Nadie de las estrellas ha venido en estos días.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Reunión

Esta vez no fue una nave, sino cuatro las que se reunieron. Descendieron a muy baja altura y estuvieron observando. No registraban ni analizaban, sólo observaban. Algo se removía en el interior de sus ocupantes al mirar la calle, con sus islas de luz, barrida por el otoñal viento nocturno que mecía las frondas sombreadas de los árboles de las aceras. Las casas oscuras con sus cuadros amarillosos en las cocinas, los ruidos de la cena, los terrestres sentados en los porches, desde donde se elevaban los murmullos de las conversaciones...
Las titilantes luces rojas y azules de las pukaas no eran advertidas, las personas continuaban con sus pacíficas vidas, antes de irse a dormir.
Las navecillas se bamboleaban sostenidas en su radio de ingravidez. Cuando las casas apagaron la luz, cuando los porches se quedaron solitarios, cuando el viento arrastó un poco más fuerte su capa invisible, las pukaas temblaron en el aire como hojas secas, luego, se marcharon. Con su zumbido de abejas se alejaron.

viernes, 19 de noviembre de 2010

El universo perfecto en una metáfora

La ciencia ficción tiene sus veredas y tiendas callejeras en donde se trafica con argumentos científicos, o que lo parecen. Se entretejen así historias coherentes. En las trastiendas de los oficios más viejos del universo aparecen historias de humanos, humanoides y toda una galería de seres. Ahí se hilvanan cuentos que nos trastocan y mueven a atisbar los laberintos subterráneos de estos seres. No importa si son de la Tierra o robots con cerebros evolucionados, si son seres diferentes a lo que podamos imaginar. Lo importante aquí es la imagen singular, la metáfora perfecta, la perspectiva poética. Esa es la ciencia ficción blanda, la que nos evoca sueños y recuerdos, que nos despierta la capacidad de asombrarnos con lo sencillo. Es una ciencia ficción para soñadores y locos, para escitores y poetas, para lectores que se maravillan con la descripción de una noche silenciosa barrida por el viento lejano y bañada por la luz de plata de la Luna.
Lo que se resalta es la óptica de lo interior, de lo íntimo de cada ser: sus sueños, expectativas, esperas; lo que uno escribe en un papel secreto y luego guarda en un sótano para preservarlo de los demás, de las miradas ajenas.
La ciencia ficción blanda está hecha de colores suaves, de palabras susurradas, de olores a lluvias distantes, de viejos que todavía se aman... de destiempos, de futuro...
Es la metáfora perfecta del universo, el universo perfecto en una metáfora.

lunes, 15 de noviembre de 2010

La poesía en la ciencia ficción

Por un comentario, rápido como escombro estelar ardiendo en la atmósfera, de un buen amigo, sobre el textito más reciente que apareció aquí, tuve el impulso de anotar algunas maravillas de cierto tipo de ciencia ficción... en este momento no podré continuar pues el olor de la noche es tan intenso y la luna y su planeta preferido brillan tan limpiamente, que mejor escribiré esas apreciaciones en la siguiente ocasión. Ahora admiraré la noche lunar.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Los observadores

La anciana miraba por la venta. Un vientecillo se movió como la garra de un ente invisible arañando el pavimento. La mujer milenaria vio como una hoja se bamboleaba ingrávida hasta depositarse en la acera. A las ocho de la noche, el camino de los muertos era iluminado por las veladoras; las imágenes de los que se fueron, en los altares. Las flores amarillas saturaban de olor y la comida y los adornos de papel picado llenaban la noche de colores. Era el Día de Muertos. Quienes observaban entre las nubes trémulas no entendían, pero se hallaban maravillados por el espectáculo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Noche de octubre

Afuera, la calle desierta con sus islas de luz amarilla, fuego atrayente para los insectos que la revolotean en giros imposibles. El viento, venido desde muy lejos, arrastra sus ropajes haciendo susurrar las hojas secas que cuentan sueños de distancias y tiempos inconcebibles. Nos traen, a través de la ventana abierta a la brisa fresca, sus cuentos antiguos; cuentos de amores, de infancias y de otras vidas. Dentro, la cama abraza el cuerpo y lo acoge adecuándolo para la lectura de un libro ni siquiera soñado. Los amantes se abrazan ante el silencio nocturno... lejos cruza apacible un gato oscurecido por las sombras danzantes de las frondas.
Noche de octubre, noche del descanso y del recogimiento en casa. Noche de los viejos que se tocan las manos entre sueños. Noche de los niños que duermen habitando sitios maravillosos o que recorren con los ojos cerrados la calle.
Arriba, no muy alto, el Pukaa se adormece en su vaivén por la oscilación antigravedad. Dentro de la pequeña nave, quienes observan y perciben ese mundo, se mantienen en silencio. La hora de regresar se anuncia en verde fluorecente. Nadie se mueve, nadie emite ningúna vibración de partida... desearían permanecer ahí; desearían estar en una de esas camas soñando despiertos, repirando el aire con olor a pasto, sentir como la amohada, mullida y fresca, les evoca imágenes... estar ahí, simplemente dejarse estar...

viernes, 22 de octubre de 2010

Una ligera línea en la oscuridad

La nave demoró más tiempo en la Tierra que en cruzar el negro espacio. En el silencio de la noche universal destacaba una brillante y delgada línea azul... dentro, la tripulación igualaba el silencio del altísimo cielo. Un apenas audible zumbido del magneto recorría la nave. La Tierra les calaba hasta el interior, habia tantas cosas profundas y hermosas... La tripulación pensaba en ellas.

viernes, 15 de octubre de 2010

La mariposa nocturna

Brillaba hermosamente contra la bóveda negra del cielo. El otoño trajo la mariposa de colores. El niño, en la ventana, miraba como en el jardín la mariposa destellaba para él. Lo envolvían la fluorecencia del naranja, el rojo, el verde; lo maravillaba la intensidad del morado, del rosa...
Luego de un rato, la mariposa apagó las luces y cambio al color ocre y, mostrando su verdadera forma oval, se elevó vertiginosa al centro del negro corazón nocturno.
Muy tarde, el niño alzó los ojos.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Recuerdos de verano

Después de escudriñar calles, edificios, parques, se había sentado, alejado del visor. Cerró los pensamientos y comenzó a recorrer el cúmulo de recurdos implantados. Las imágenes de su niñez en la Tierra acudían abriéndose como una flor de verano. Veía a sus padres en el jardín de la casa, sonriéndole. Podía oler el pasto húmedo y el día cálido. El resto de la tripulación se hallaba ocupado. Cuando lo llamaron por su nombre y le dijeron que se retiraban ya, la voz le llegó desde muy lejos, como si hubiese salido del amigo que veía de pie en medio de la calle. Fue como despertar, dijo que estaba bien, que era la hora de irse. Quedó con una sensación de tristeza, incompleto. No quiso mirar de nuevo por el visor, se acomodó en su asiento y espero que la nave emitiera el suave zumbido de abeja y desapareciera de ese cielo azul, claro, transparente.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Más allá del domo

De cuando en cuando, el capitán Xee ael, toma uno de los vehículos y, solitario, abandona la ciudad. Deja el domo protector y conduce el oruga hasta el lejano extremo de la llanura. Detiene el tractor y permanece inmóvil, silencioso, como si fuera aquella figura que vio sobresaliendo de la arena, enorme y majestuosa. A veces, llora.

jueves, 26 de agosto de 2010

El desierto terrestre

La superficie se movía ondulante como una serpiente de oro. La arena se levantaba con el viento y se depositaba un poco más allá, reconfigurando el desierto. El sol ya había bajado a dormir y el cielo entrecerraba su magnifico ojo matizando de azul la llanura siseante y extensa. El silencio se quebraba ligeramente por algún sonido apenas perceptible y desconocido. Maal al, asomado a la ventanilla de la nave, observaba el desierto azul dorado y le resultaba la representación de la belleza, le parecía un sitio maravilloso. No había visto nada igual. Los sentimientos se le agolpaban y la nostalgia se bosquejaba en su angosto pecho. Miraba las dunas y el arrastrar de los granos fabulosos. Todavía era verano en la Tierra.

sábado, 14 de agosto de 2010

Los visitantes

Seguía siendo verano. Había gente en los oscuros porches abanicándose, luciérnagas rojas subían y bajan en la oscuridad, luego hacían un último vuelo nocturno y se apagaban en el pasto recién regado. En las cocinas había entrechocar de platos, los niños escuchaban las historias de los viejos. El olor de la cena se disipaba en el aire cálido y las abuelas se rehusaban ir a cocinarse en las camas, preferían dormitar en el rumor de las conversaciones. Un gato se deslizó sobre un muro; era una sombra perdiéndose en la noche. La Tierra se adormecía. Lejos, había un rumor de lluvía que llegaba y se iba como cuando uno cree escuchar que alguien dice su nombre.
Nadie advirtió la nave, nadie comentó las luces verdes, azules, naranjas que titilaban como una estrella en el árbol navideño.
Los visitantes no hablaban, no hacían notas, no manipulaban ningún teclado, sólo observaban atentos. Cada uno, a su manera, deseaba permanecer ahí y sentarse en un porche a oscuras a conversar.

lunes, 9 de agosto de 2010

Nostalgía

"Todas esas estructuras son hermosas... y pensar que se crearon por nostalgia" Estaba ante la ventanilla que magnificaba la imagen de lo que estaba en el exterior. Miraba silencioso las milenarias construcciones. Ya había recorrido prácticamente todo el planeta observándolas sólo por el gusto de maravillarse y... de recodar a su padre que tanto las amó. De él fue la iniciativa de edificarlas para, cuando regresarán, si es que lo hacían, encontrar que el planeta albergaba algo suyo. Fue como poner un sello a su antiguo hogar. Permaneció mirando con una emoción que, por sus características físicas actuales, no asomó a su rostro como sucedía con sus ancestros miles de años atrás, sin embargo, los ojos brillaron con ese destello acuoso de quien recuerda lo perdido. Allá abajo, un vientecillo removió el polvo y lo levantó en un pequeño torbellino que, en una espiral amarilla, parecía subir hasta la nave. Era verano en la Tierra y los olores a pasto recién cortado, a humedad en las macetas, de la sombra en los porches, del viento caliente sobre el asfalto, formaban la sinfonía estival. Él lo sabía y recordaba, por los implantes, ese mundo de olores y colores. Y se puso triste. La Tierra ya no era su hogar, no lo sería nunca más.

sábado, 31 de julio de 2010

Secretos

El libro de Ka Eel Amur contenía las reglas para los pueblos y varias enseñanzas de cómo hacer las cosas. Para Eel kaabab el libro había sido modificado por algunos habitantes del planeta. Según él, lo alteraron y lo mantuvieron alejado de las multitudes. Ahora esta raza vivía de acuerdo a lo que el "Libro de los Dioses" decía. Era una forma muy diferente a lo que habían imaginado. De nada había servido su trabajo.

miércoles, 28 de julio de 2010

Memorias

Mientras miraba las pirámides desde la inmensidad del espacio, venían a sus memoria los recuerdos implantados de cómo sus ancestros ayudaron a construirlas. Se encontraba en el puesto del visor contemplando en silencio esas formas que sobresalían de entre las arenas amarillas. Anonadado se preguntaba cómo ese planeta con tanta agua podía albergar desiertos tan asombrosos. No sabía si aterrizarían ni siquiera si sobrevolarían a baja a altura. Otros recuerdos, de pronto más poderosos y de otros épocas, se entremezclaban en su cerebro: se veía posando el pie en la tierra caliente, en una ciudad diferente, con calles, con árboles siseantes al viento del mediodía. Era, en sus recuerdos falsos, un niño de doce años que pasaba el verano en la calle de su casa distrayéndose con insectos y canales de agua de un pequeño jardín. Deseaba estar de nuevo en él y mirar las flores blancas y rosadas y observar a las abejas zumbando y a las hormigas en su afanosa fila...

jueves, 15 de julio de 2010

Soledad

Una hoja se desprendió de una rama en algún lugar de la calle; como canoa en un océano transparente se bamboleó lentamente hasta llegar al suelo. Por la ventana abierta de una casa ahogada en un jardín silvestre, la anciana, asomada, miraba a ninguna parte apoyando el mentón en su mano. Parecía tallada en madera milenaria, ajada, reseca. Muy alto, en el casco infinito, cruzó un Pukaa, como si hubiera sido una estrella fugaz. La hoja en la acera, tiritando, la anciana en la ventana, inmovil, el cielo muy alto, azul.

martes, 13 de julio de 2010

Luciérnaga

El verde fluroecente era una diminuta línea casi impercetible desde la Tierra en el telescopio. Quien miraba, se retiró lentamente pensando en el verde atenuado por la distancia. Allá, en la pequeña Pukaa, El Aal, verificaba la navegación sin prisa, pero en su interior la emoción se movía como la luz de una vela cuando el viento la besa. Ya llegaría, era un planeta hermoso, blanco y azul.

sábado, 3 de julio de 2010

Recuerdos de la infancia

En el Muestrario, miraba atento, concentrado. Se maravillaba de la larga fila de hormigas inmóviles, de las abejas, suspendidas en el aire cerca de las flores; se maravillaba del trozo de muro de adobe. Recordaba vívidamente todo eso, que no había vuelto a ver. A su memoria venían los recuerdos de cuando niño jugaba con las hormigas, asombrado por el color rojo, del orden y disciplina; recordaba el miedo al aguijón de las abejas que tanto le gustaba observar por sus colores amarillo y negro. El muro de adobe era igual al que trepaba. Se hallaba disfrutando el momento cuando las imágenes se entremezclaron en su cerebro. De pronto el muro de adobe, las hormigas, las abejas, se entretejían, en una confusión desconcertante, con aguas y montañas, con horizontes azules y violetas, domos que cubrían un cielo transparente y plantas aterciopeladas guindas, negras...
A sus noventa años era el momento en el que los implantes de recuerdos de la infancia comenzarían a fallar. Él, como muchos, no había estado nunca en la Tierra, pero esas imágenes compradas le habían hecho placentera la vida en su planeta.

martes, 29 de junio de 2010

Días en el espejo

El día de cada día se viene abajo, rompiéndose como un espejo y ello significa siete años de mala suerte. En el espacio en blanco de una anuncio de una revista anoté que no me importa el día roto, sólo continúo bebiendo mi café en silencio; que no me perturbe la idea de la mala suerte... tengo, casi por primera vez, algunos pensamientos animosos. Hoy tampoco escribí en mi cuadernillo de notas. No sé qué me está pasando.

lunes, 28 de junio de 2010

El faro

Desde el asiento ajustó el visor. Allá, muy lejos todavía, aparecía el faro, asombrosamente azul. Era una maravilla verlo, pero lo mejor era volver a posarse y salir de la nave. Tocar la arena fina, cálida y dorada. El fantástico sol, esa estrella mágica, le proporcionaba colores intensos. Sobrevolaría primero, para ver los triángulos de las pirámides que despertaban en su cerebro los recuerdos de sus ancestros erigiéndolas. Los recuerdos eran como un pequeño torbellino que agita sensaciones.
Allá, en la oscuridad del espacio, la nave cruzaba vertiginosa como un punto verde fluorecente acercándose al faro azul.

viernes, 25 de junio de 2010

Había tantas cosas allá afuera

La nave se estremeció un poco cuando se posó. Mirando hacia fuera, L33-B accionó la puertecillas que se corrieron a los lados. L33-B se acercó a la plataforma de descenso y bajó a hacer su trabajo. Mediría el nivel de oxígeno, la humedad, temperatura y una larga lista que su computadora pondría en marcha. Su cerebro, modificado para tener reacciones autónomas personalizadas, detuvo el programa que estaba a punto de correr. L33-B permaneció mirando el paisaje de ese hermoso planeta. La vegetación, el sol dorado a nivel del horizonte, las nubes conjuntándose en forma de motas rosadas, los olores... por el intercomunicador llamó a L30-B. Unos segundos después los dos robots disfrutaban el planeta que habían estado observando desde la nave y el cual los asombraba por el color, era un hermoso faro azul.