La nieve descendiendo, etérea. El resplandor lunar, al posarse sobre los copos ingrávidos, se resolvía en blancos destellos. El paisaje envolvía casas aletargadas. Las ventanas lucían iluminadas detrás de los cristales empañados. Los árboles brillaban como plagados de luciérnagas. Algún entrechocar de platos, el olor a cena emergía al aire frío, voces de niños sentados a la mesa.
Observaron detenidamente advirtiendo la novedad de la escena y sucedió que todo ese tiempo cada uno cerró sus pensamientos al resto de la tripulación, ensimismados.
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