martes, 17 de mayo de 2011

En la oscuridas de mayo el gato que siempre escapa por los tejados, lo ha vuelto a hacer. La mayoría de las casas apagaron sus ojos amarillos. Los porches están solitarios y las puertas se han sido cerradas. La luz azul de la Luna se interrumpe al llegar a las farolas que débilmente iluminan en islotes las aceras.
Los viejos ya duermen, recomponiendo sueños antiguos; los niños también duermen soñando en los juegos en el patio escolar. En alguna casa, alguien lee espantando fantasmas; en otra casa, alguien escribe para reacomodar el pasado, para abrir un paso al futuro, para escapar del presente.
Afuera, el viento arrastra su enorme cola, levantando un siseo.
Entre las nubes que motean el cielo negro, como si se avecinara la lluvia, la nave se bambolea apenas. Luce oscura y, a esas horas, la vuelve invisible su color gris. Tal vez sus ocupantes también descansan ya.

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