jueves, 15 de julio de 2010

Soledad

Una hoja se desprendió de una rama en algún lugar de la calle; como canoa en un océano transparente se bamboleó lentamente hasta llegar al suelo. Por la ventana abierta de una casa ahogada en un jardín silvestre, la anciana, asomada, miraba a ninguna parte apoyando el mentón en su mano. Parecía tallada en madera milenaria, ajada, reseca. Muy alto, en el casco infinito, cruzó un Pukaa, como si hubiera sido una estrella fugaz. La hoja en la acera, tiritando, la anciana en la ventana, inmovil, el cielo muy alto, azul.

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