sábado, 3 de julio de 2010

Recuerdos de la infancia

En el Muestrario, miraba atento, concentrado. Se maravillaba de la larga fila de hormigas inmóviles, de las abejas, suspendidas en el aire cerca de las flores; se maravillaba del trozo de muro de adobe. Recordaba vívidamente todo eso, que no había vuelto a ver. A su memoria venían los recuerdos de cuando niño jugaba con las hormigas, asombrado por el color rojo, del orden y disciplina; recordaba el miedo al aguijón de las abejas que tanto le gustaba observar por sus colores amarillo y negro. El muro de adobe era igual al que trepaba. Se hallaba disfrutando el momento cuando las imágenes se entremezclaron en su cerebro. De pronto el muro de adobe, las hormigas, las abejas, se entretejían, en una confusión desconcertante, con aguas y montañas, con horizontes azules y violetas, domos que cubrían un cielo transparente y plantas aterciopeladas guindas, negras...
A sus noventa años era el momento en el que los implantes de recuerdos de la infancia comenzarían a fallar. Él, como muchos, no había estado nunca en la Tierra, pero esas imágenes compradas le habían hecho placentera la vida en su planeta.

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