miércoles, 3 de noviembre de 2010

Noche de octubre

Afuera, la calle desierta con sus islas de luz amarilla, fuego atrayente para los insectos que la revolotean en giros imposibles. El viento, venido desde muy lejos, arrastra sus ropajes haciendo susurrar las hojas secas que cuentan sueños de distancias y tiempos inconcebibles. Nos traen, a través de la ventana abierta a la brisa fresca, sus cuentos antiguos; cuentos de amores, de infancias y de otras vidas. Dentro, la cama abraza el cuerpo y lo acoge adecuándolo para la lectura de un libro ni siquiera soñado. Los amantes se abrazan ante el silencio nocturno... lejos cruza apacible un gato oscurecido por las sombras danzantes de las frondas.
Noche de octubre, noche del descanso y del recogimiento en casa. Noche de los viejos que se tocan las manos entre sueños. Noche de los niños que duermen habitando sitios maravillosos o que recorren con los ojos cerrados la calle.
Arriba, no muy alto, el Pukaa se adormece en su vaivén por la oscilación antigravedad. Dentro de la pequeña nave, quienes observan y perciben ese mundo, se mantienen en silencio. La hora de regresar se anuncia en verde fluorecente. Nadie se mueve, nadie emite ningúna vibración de partida... desearían permanecer ahí; desearían estar en una de esas camas soñando despiertos, repirando el aire con olor a pasto, sentir como la amohada, mullida y fresca, les evoca imágenes... estar ahí, simplemente dejarse estar...

1 comentario:

joseluis dijo...

Poético. Bientos :-)